Opinión: El diálogo y la actual coyuntura económica
Una generación de venezolanos se ha originado en estos ultimos treinta y cinco (35) años, un periodo sazonado con infinidad de turbulencias financieras, cambios en la conducción política y respuestas sociales variadas, en un país que en ese tiempo parece haberse transformado en otro, producto de la duplicación de la población, nuevas tecnologías de la información, pero con el mantenimiento de un modelo económico de distribución de la riqueza que no cambió en ese periodo, y cuando no hay riqueza económica que distribuir, nos toca tocar fondo, sufrir las crisis.
Una suerte de caos macroeconómico nos ha tocado vivir en estos tiempos recientes, pero al analizar nuestra historia en casi 200 años, con la visión de las cifras económicas e identificando ciclos, se descubre el patrón del comportamiento de las variables de la macroeconomía venezolana, desapareciendo el aparente caos observado y dejando a la luz lo obvio. Desde 1983, se evidenció que el modelo económico que hasta los días actuales ha persistido, prácticamente igual, colapsó; ya analistas en los años 30 y 50 lo habían alertado. La economía venezolana es una economía monoexportadora de materia prima, y ello no ha cambiado en 200 años; y cuando se cae el precio de nuestro único producto de exportación, se crea un colapso económico en el país, con las consecuencias en la vida diaria de los venezolanos, en distintas épocas y generaciones. Con toda la respuesta social y política que se origina en esas ocasiones y épocas. Se pueden visualizar las coyunturas, esas combinaciones de factores y circunstancias que se presentan en un momento determinado.
Esos ciclos y coyunturas, representan lo obvio, pero ante lo obvio el silencio prevalece, transformándose en complicidad generalizada. Complicidad de dejar todo igual y seguir con más de lo mismo. Infinidad de propuestas revolucionarias hemos presenciado los venezolanos a lo largo de muchos años, y cada generación la recibe como algo nuevo en cada época, sin percatarse que es la continuación del mismo modelo económico, llamado en los últimos años modelo rentista petrolero, o posiblemente en el futuro, modelo rentista minero.
La verdadera revolución venezolana se dará cuando se transite desde el actual modelo de distribución de riqueza a un modelo de creación de riqueza; en este último caso el venezolano común tomará riendas de su propio destino económico. En varias oportunidades se ha tratado de hacer esta transición, en 1980 con las políticas de Sinceración de la Economía, más adelante a principios de 1990 con el Gran Viraje y en 1996 con la Agenda Venezuela, sin tomar en cuenta que en el lejano 1834 con la Ley de Libertad de Contratos, se buscó prácticamente el mismo fin. En todos los casos, fueron interrumpidos o no llevados a cabo. La cultura venezolana choca con estas iniciativas, y esa misma cultura ha jugado en contra del propio venezolano.
El análisis de la realidad macroeconómica venezolana, permite identificar una historia llena de periodos de estabilidad y turbulencia recurrentes, propios de una economía volátil, dependiente de una sola materia prima. Hoy asistimos al reconocimiento de la misma realidad, eso es lo obvio. Lo importante es que esta generación reconozca esa realidad y hagamos la diferencia con las generaciones anteriores, eso es lo obvio de una verdadera revolución en este país.
El problema actual en Venezuela es un problema económico originado por las mismas circunstancias experimentadas en estos ciclos, por lo tanto su solución definitiva es técnicamente económica. Lamentablemente el no tomar la corrección debida y oportuna, convierte este problema con el tiempo, en un conflicto social y político, como está sucediendo.
Las medidas correctivas ya la conocen los venezolanos, y son: la liberación del Tipo de Cambio, Tasas de interés y Precios, plan de educación al consumidor para una economía sin controles de precios, reducción o racionalización del gasto público, redimensionamiento del Estado, incremento de la base tributaria e incremento de impuestos, reducción o cancelación total de la deuda externa, privatización de empresas públicas, incremento de precios de la gasolina y servicios públicos, diversificación de las exportaciones y reactivación del Fiem (el ahorro de los excedentes petroleros). Todo ello acompañado de un programa temporal de financiamiento en moneda extranjera para cubrir las importaciones básicas y los programas sociales.
Obviamente, como en anteriores oportunidades, este menú tiene un alto costo político que todos evaden, desde hace más de 30 años. Su no aplicación, con los años ha devenido en un mayor costo social.
La propuesta valida de dialogo en este momento, aunque parece infantil, es un acuerdo entre Gobierno y Oposición, para aplicar este correctivo o plan de medidas. Obviamente, ello implica un Pacto de aplicación unilateral o un cogobierno de ancha base que garantice la aplicabilidad del plan y consecuente cambio del modelo económico, que toma varios años.
La otra opción es dejar las cosas como están, seguir en más de lo mismo y esperar el próximo Boom Petrolero. El detalle esta, que tomando en cuenta el tamaño actual de Deuda Externa, el nivel de las Reservas Internacionales y Población en Venezuela, es una incertidumbre saber cómo será la respuesta social los próximos dos años, que es lo que en un escenario, probablemente dure el fondo de bajos precios petroleros, antes de poder ver un probable inicio de otro Boom Petrolero a partir de 2020-2021.
Como dice el dicho popular “Las Culebras se matan por la Cabeza y no por la Cola”. Actualmente en Venezuela, las mayorías están ubicando solo la cola del problema. El Gobierno y la Oposición, no le dicen donde está la Cabeza.
El Autor
Tomás Socías López
Analista Económico y Político e Internacionalista.
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